domingo, 31 de diciembre de 2006

Historias reales de aparecidos... "El Coronel"

Este es un cuento que escribió mi mamá basada en una experiencia real que tuvo, lo cambió un poco de como me lo había contado para hacerlo entretenido para el público... al final del cuento te cuento el cuento como ella me lo contó...
Esta historia ya ha sido publicada varias veces, espero que te guste.

Un gesto de cortesía

Publicado en el diario Ecos de Morón Sur

Participación en Antología de Cuentos y Poesía. 27 de noviembre del 2001. Abuelos Arte Club

 

                Estábamos de vacaciones en casa de mis padres, era una casona antigua de altos techos, sus puertas de hierro remataban en amplios ventiluces semicirculares, que dejaban pasar toda la luz de la esquina, formando figuras fantasmales sobre las paredes y el cielorraso.

Nos dieron como dormitorio una gran habitación con pisos de madera, que según el calor que hiciera, crujían, gemían y a veces parecían estallar como fuegos pirotécnicos en medio de la madrugada.

Al tercer o cuarto día fue cuando noté algo extraño, me despertó la sensación de ser observados. Al día siguiente recordando lo sucedido la noche anterior, puse una silla cerrando el paso por la puerta entornada y me dormí enseguida.

Habría pasado largamente la medianoche cuando un leve crujido me despertó sobresaltada, como si alguien hubiera tropezado con la puerta, me quité la almohada de los ojos y... lo vi.

Tendría alrededor de 1,80 m de estatura, era corpulento y un sombrero de ala ancha le cubría casi completamente el rostro, algo no estaba bien, el sujeto NO SE MOVÍA.

Pensé que tal vez no estaba despierta en realidad y me pellizqué el brazo... ¡auch!, eso me dolió, él seguía parado en el mismo lugar mientras la luna jugueteaba mansamente sobre su cuerpo, creando un efecto extraño, como si estuviera suspendido en el aire.

Tal vez era mi hermano menor que volvía, ¿querría decirme algo?. Levanté la mano y le hice un gesto para que se acercara tratando de hablar lo más bajo posible -para no despertar a mi marido-, él siguió en el mismo lugar con su amplia capa meciéndose suavemente; en ese punto llegué a la conclusión de que el sujeto no hablaría y no entendía lo que quería; no entraba ni se iba.

-¡Que diablos, veré que es eso!...

Y me senté suavemente, los pies de la cama no se hallaban tan lejos de la puerta:

-Si estiro el brazo-. A gatas llegué, estiré la mano y mi brazo pasó a través... de él. Mi cuero cabelludo se puso rígido, un frío glacial me recorrió la columna y mi garganta se cerró hasta el punto en que ni siquiera el aire pasaba por ella, en un impulso me eche hacia atrás despertando con el movimiento a mi marido, busqué desesperada las sábanas y me tapé hasta la cabeza.

-¿Qué te pasa? –sonó su voz enojada.

-¡Mañana te cuento!

Durante el desayuno estuve tentada de contarle lo sucedido la noche anterior, pero la conversación giró alrededor del negocio hecho por mi padre para adquirir la casa y más tarde olvidé el asunto.

A la media mañana vino uno de mis hermanos, lo invité a tomar mate, mientras lo hacíamos le comenté lo sucedido:

-¡Sabés, anoche me di el susto de mi vida!

-¡Ya sé, no me digas, te topaste con el Coronel!

-¿Qué Coronel?

-¡Ah!, ¿no te dijeron? Esta casa fue una clínica y antes de eso perteneció a un Coronel que peleó en la guerra con el Paraguay y él traía acá a sus heridos, una vez por semana venía a vigilar que estuvieran bien atendidos, se llamaba José Manuel Hidalgo, obtuvo galardones en el campo de batalla, se dice que era un hombre de extraordinario valor y arriesgaba su vida por sus hombres, así es como contaba con la lealtad incondicional de estos: aún así lograron hacerlo prisionero y condenado a muerte por Francisco Solano Lima, fue ejecutado en Pequerirí en 1866.

-¿Me estás diciendo que lo vi... era... el Coronel?

-¡Más o menos!, ¿tenía chambergo y una capa encerada?

-¡Sííí!

-Entonces era él, nosotros de recién casados vinimos a vivir aquí y antes de dos meses nos tuvimos que ir, no nos dejaba dormir, ¡pregúntale a tu cuñada Beba!

-¡Qué bueno, y yo que vine a descansar!

-Hablale, a lo mejor se va.

Hacía una semana que estábamos ahí y él aparecía cada dos días, nos miraba largamente y cuando lo miraba, retrocedía y desaparecía por el largo pasillo; a medida que pasaban los días me sentía más nerviosa con su presencia. Esa noche estaba furiosa, también a la hora de la siesta se había hecho presente, mientras me peinaba lo vi en el espejo como para tocarme el pelo.

-Si aparece esta noche, lo echo –dije a mi hermano.

-¡Si pues, te creo y todo! –se burló él.

Nos acostamos temprano, con sueño intranquilo transcurrió buena parte de la noche y cuando ya pensaba que no se haría presente, apareció.

¿Era ilusión o lo veía más grande?, me senté  en la cama y le hice un gesto echándolo, tenía la piel de gallina y sentía que mi estómago se había congelado; pero estaba decidida, lentamente eché los pies al suelo y me incorporé silenciosamente para no despertar a los otros, avancé un paso hacia la puerta donde él se encontraba y retrocedió, su amplia capa jugueteó en el aire y se aquietó otra vez; entonces avancé decidida hacia él, giró y se alejó unos pasos por el pasillo en dirección a la cochera.

-¡Coronel, eso no es justo! –susurré, él se detuvo sin volverse.

-¡Vengo de un manicomio a descansar y usted no lo permite interrumpiendo mi sueño!.

Giró hacia mí y su capa aleteó como un gigantesco murciélago, mi corazón pareció detenerse, supuse que lo había disgustado, pero igual proseguí:

-¡Usted no es un caballero, se comporta descortés!, no fue nuestra intención molestarlo. Le pido... ¡por favor!... ¡déjenos tranquilos!

En la penumbra del pasillo él se quedó unos segundos en suspenso, luego hizo una profunda reverencia, dio media vuelta y desapareció en dirección a la cochera.

Esperé unos segundos para recuperar el aliento y el coraje y lo seguí, no sin antes encender la luz; no había nadie allí.

Él no volvió. Después de unos días me sorprendí esperándolo.

¡Espero que te haya gustado! ¿aún seguís con miedo de haberla visto a  mi mamá? espero que no, que hayas podido dormir; bueno... te cuento que mi mamá ya había tenido varias de estas experiencias antes de ver al Coronel, así que no se asustó, aunque si le impresionaba verlos; en aquella ocasión había escuchado antes una máquina de escribir de las mecánicas, y se levantó para ver quien era que a esa hora de la madrugada estaba escribiendo, y en una habitación entró y vio una figura humana traslúcida y apenas distinguible, sentada en una enorme silla labrada con una mesita y la máquina; escribía, y cuando ella entró se detuvo, la miró, y se desvaneció.
A lo largo de los días sintió la presencia de "algo" que deambulaba por la casa... y llegó el día en que se presentó en su habitación tal como dice el cuento; mi mamá enseguida se dio cuenta de lo que era, y le preguntó susurrando: "-¡Qué querés!", pero el Coronel no le respondió nada.
El resto de la charla con el hermano y el fantasma fue tal como lo escribió en el cuento, solo falta decir que lo siguió hasta el garaje y una vez ahí se desvaneció; luego no volvió a verlo.

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