jueves, 23 de agosto de 2012

Enseñanzas de Jesús sobre la mujer

Lo que Jesús enseñó en el Tibet, en sus “años Perdidos”.

“Pues Dios el Padre no hace diferencias entre sus hijos; para él todos son igualmente queridos”.

10 Escuchad entonces lo que os digo: respetad a la mujer, pues ella es la madre del Universo, y toda la verdad de la creación divina está en ella.

11 Ella es la base de todo lo que es bueno y hermoso, como es también el germen de la vida y la muerte. De ella depende la existencia entera del hombre, pues ella es su apoyo natural y moral.

12 Ella os parió en medio del sufrimiento. Con el sudor de su frente os crió, y hasta su muerte vosotros causáis las más graves ansiedades. Bendecidla y veneradla, pues es vuestro amigo, vuestro único apoyo en la tierra.

13 Respetadla, sostenedla. Actuando así os ganareis su amor y corazón. Encontraréis favor a la vista de Dios y muchos pecados os serán perdonados.

14 Del mismo modo, amad a vuestras esposas y respetadlas, pues ellas serán madres mañana y cada una posteriormente la antepasada de una raza.

15 Sed lenientes con la mujer. Su amor ennoblece al hombre, suaviza su corazón endurecido, domestica al bruto que hay en él y hace de él un cordero.

16 La esposa y la madre son los tesoros inapreciables que os ha dado Dios. Son los más bellos ornamentos de la existencia, y de ellos nacerán todos los habitantes del mundo.

17 Así como el dios de los ejércitos separó antiguamente la luz de la oscuridad y la tierra de las aguas, la mujer posee la facultad divina de separar en un hombre las buenas intenciones de los malos pensamientos.

18 Por lo tanto os digo, después de Dios vuestros mejores pensamientos deben pertenecer a las mujeres y a las esposas, siendo la mujer para vosotros el templo donde obtendréis la felicidad más perfecta.

19 Imbuiros en este templo con fuerza moral. Aquí olvidaréis vuestras penas y vuestros fracasos y recuperaréis la energía necesaria para poder ayudar a vuestro prójimo.

20 No la expongáis a la humillación. Actuando así os humillaréis a vosotros mismos y perderíais el sentimiento del amor, sin el cual nada existe aquí abajo.

21 Proteged a vuestra esposa para que ella puede protegeros a vosotros y a vuestra familia. Todo lo que hagáis por vuestra esposa, vuestra madre, por una viuda o por cualquier mujer en tribulación, lo haréis por vuestro Dios.

Texto extraído de "Los Años Perdidos de Jesús", de Elizabeth Clare Prophet.

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